A diario nos encontramos con una expresión urbana que
parece haberse adueñado de las calles, signos, símbolos, dibujos y elementos
que detonan un lenguaje que solo se encuentra en este paisaje urbano. Muchas
veces acostumbrados, pasamos por alto una serie de situaciones que nos parecen
casi familiares y que sin darnos cuenta, van revistiendo poco a poco los muros
de la ciudad. Sin caer en una crítica
sobre el resultado, marginal o formal, nos parece que el problema del Graffiti
radica en la falta de criterio y auto-crítica que poseen algunos exponentes de este arte callejero, si ponemos atención, hoy en día podemos encontrar ocupados los
muros de casas particulares, kioscos, muros de edificios patrimoniales e
incluso municipales, colegios, edificios
y transporte público, donde el tag reina, dejando poco espacio a propuestas de calidad tanto visual como de contenido.
Un Tag o Tager (etiqueta) prácticamente es una firma o un ecrónimo de una persona o grupo de personas que realizan ciertas marcas en variados sitios urbanos como símbolo de su dominio expresivo en las calles, funciona como una manera de auto publicitarse y darse a conocer. El problema que genera muchas veces esto, es el total descontrol sobre como y donde expresarse, llenando la ciudad de firmas y etiquetas que solo unos pocos entienden y donde el ego es el único protagonista, no aportando ideas ni posturas.
A diferencia del Tag que solo es un acto de rebeldía individual, el graffiti mural manifiesta aquellos deseos universales, nos hace reflexionar en los mas diversos problemas sociales y hasta espirituales de las ciudades contemporáneas.